Microcuento: El país de la alegría
- La indecisa
- 7 feb 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 7 feb 2020
I
En el país de la alegría a veces no soy tan feliz.
Últimamente me encuentro en una búsqueda constante de sentido.
Me levanto cada mañana, tomo el transporte público y voy al trabajo. Todos los días, de igual manera, por tiempo indefinido.
Debería estar feliz todo el tiempo, me gradué y tengo un trabajo, dos razones especiales para ser extremadamente feliz en el país de la alegría. Soy afortunada.
Pero algo anda mal dentro de mí, las noticias presentan constantes asesinatos de defensores de la paz, el medio ambiente y la igualdad de género. Los llaman “defensores de la alegría”. Ante cada asesinato, el gobierno expresa lo lamentable del hecho y la investigación que se llevará a cabo.
Es perturbador-pienso- es una limpieza y nadie hace nada al respecto. Todo es una farsa, todos los sabemos.
Apago el televisor, mañana debo madrugar.
II
En el país de la alegría nadie es feliz. Sobrevivimos, trabajamos e ignoramos la barbarie. Algo extraño nos ha ocurrido, escogemos qué sentir
La injusticia es tan común que la damos por sentado, me da incluso vergüenza admitirlo pero la verdad es que vendimos nuestra alma al diablo al aceptar un contrato social con el gobierno de turno. La obediencia es nuestra condena.
Miro el reloj, hora de dormir.
III
En el país de la alegría, sé de algunos que han sido felices.
Aquellos que con valentía se han enfrentado a la maquinaría estatal y a las fuerzas oscuras que la acompañan. Sé que han sido felices porque han defendido lo justo y eso significa que han sido leales a sí mismos. El país de la alegría tiene una deuda con ellos.
De repente me siento pequeña y vulnerable en medio de la oscuridad de mi habitación y pacto una promesa silenciosa con estas almas.
Solo pienso:
Yo no olvidaré
Yo no olvidaré
Es medianoche, enciendo la luz.
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